Su mano acarició mi muslo, abriendo cada vez más el agujero de mis vaqueros. No me atreví a moverme ni a decir nada; estaba aturdida, como en otro mundo, petrificada. «¡Abre las piernas!». «¡Perdón !», gritó, haciéndome saltar. «¡Quítate de en medio, te digo! ». «Pero, señor, yo…». Inclinándose hacia mí, con la vista fija en la carretera, continuó: «Escucha, sé lo que eres, quizá mejor de lo que te sabes a ti misma ». «¿Qué? ¿Qué eres…? ». «Shhh». Con una voz mucho más suave, continuó: «Lo supe enseguida, en cuanto te vi al borde de la carretera, que eras una zorrita». Al oír esa palabra, sentí como si me derritiera por dentro. Sentí cómo mi pubis rasurado se humedecía de repente, el estómago se me revolvía y mi sexo se hinchaba. Debió de darse cuenta, porque repitió su orden, mientras tiraba de mi pierna izquierda hacia él. El corazón me latía con fuerza, en silencio, dejé que sucediera, sin poder creerlo. Estaba disociada, mi cuerpo aquí, siendo manoseada sin reaccionar, y mi cabeza en otra parte, dando vueltas con pensamientos: "¿Qué estoy haciendo? ¡Maldita sea, sal de este coche! Este tipo te está manoseando como a una chica y no dices nada. Peor aún, te está excitando, mierda, ¿qué me está pasando?". Me había acostumbrado a andar desnuda, sin ropa interior, pero que un desconocido me guiara... Me encantaban las mujeres, sus curvas, sus piernas... me volvían loca. Nunca había considerado a ningún hombre, no me atraían, pero tenía que admitir que este hombre, la forma en que me hablaba, había despertado algo en mí. Estaba en un estado de tensión que nunca antes había experimentado. Sacándome de mis pensamientos, mientras seguía acariciándome el muslo por debajo del agujero de mis vaqueros: "Ábrete la bragueta ". "No, no, no soy lesbiana, yo... ". "Lo sé, no te preocupes". Estaba completamente confundida y lo miré con expresión interrogante, sin tener tiempo de preguntar. "Eres una zorrita, ...

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