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Breve encuentro de un alumno y un senior, en modo proustiano

Publié par : mathieu0355 le 01/06/2020

Ayer "supe" "A", 25 minutos planos. No nos dimos la mano, acepta Covid. Se veía mejor que la foto que me envió en el sitio de citas. 20 años, la tez un poco enrojecida por el sol, bronceada, amable, sonriente. Una vez en casa, cepilló mi pene protegido por pantalones de algodón rojo descolorido. Le devolví el favor. -Es estúpido que no podamos besarnos ... Nos acariciamos, suave, lentamente. -¡Vamos, que lástima que nos besemos! Sus labios son suaves, su lengua errante y su lánguido beso francés, pero no demasiado atrevido. Nada que ver con esos maricones supuestamente viriles que se meten la lengua en la boca como un proyectil de mortero. "A" está determinada y reservada. Empieza a desabrochar los botones de mi falzar que se desliza sobre mis muslos. Mis boxeadores no se resisten por mucho tiempo a sus insistentes solicitudes y siguen el mismo camino. Le devuelvo el favor. Su "centurión" monta una guardia bastante vigilante y me pide algunos esfuerzos para relajarme seguido de una victoria incontestable sobre el vigilante guardián de su modestia. Su calcif se desliza como un solo hombre por sus mullidos muslos. En cualquier ejército, la segunda línea es siempre más frágil que la primera. Nuestros sexos confraternizan en una hermosa erección digna del Obelisco de Luxor. Los observamos, creo que demasiado rápido, porque habrían merecido un momento más largo de fraternización eréctil. A diferencia del strip tease, en este estudio de estudiantes lejos del Moulin Rouge, primero quitamos la parte inferior y luego la parte superior. Es bien sabido que los gays hacen todo al revés. Su camiseta es de una importante marca de surf apodada por los quebequenses "quicksilver". Es una naranja larga acariciada por el sol; Lo deslizo por su costado mientras levanta los brazos como una estatua de Miguel Ángel o quizás de Rodin. Una hermosa línea de cabello negro conecta su ombligo con el hueco de sus pectorales. Suavemente ataca mi Lacoste blanca que revolotea en algún lugar del suelo después de que mi torso se contorsiona voluntariamente. A diferencia de la mezquita, nuestros zapatos quedaron al final a la salida de este encantador camino hacia la desnudez. Aquí estamos desnudos no como gusanos sino como seres de deseo cuyos sexos no mienten. El suyo es tan vigoroso como un guardia suizo que protege la entrada al Vaticano. - ¿Vamos a mi cama? -Sí de acuerdo. Su succionador se apodera de mi polla que solo pregunta eso. Su lengua explora los diferentes rost ...

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