Michel y Dany, segunda parte. Recordamos este encuentro virtual entre dos hombres ávidos de sensualidad, estos vibrantes intercambios de mensajes... Pues aquí está: Michel llegó a la casa de Dany, en la costa atlántica. El comienzo de un magnífico verano indio que invita y fomenta tantas cosas bellas (y buenas)... Nuestros dos personajes se conocen en el bar del hotel donde se ha reservado una habitación. Continúan charlando frente a sus bebidas terminadas, como si se conocieran desde siempre. Finalmente, le pregunto a Dany: - ¿Quieres que subamos? - ¡Oh si por supuesto! » La espontaneidad de su respuesta no deja dudas sobre su deseo. Nos dirigimos hacia el ascensor. La habitación está en el segundo piso y, además, la recepcionista, que nos acompañó a presentárnosla a nuestra llegada, nos dedicó una sonrisa que decía mucho de sus pensamientos. Discretamente se lo señalé a Dany, quien amablemente respondió riéndose: - ¡A quién le importa! ¡Estamos aquí para nosotros mismos, no para los demás! » El pasillo que nos lleva al dormitorio me parece largo. En el ascensor ninguno de los dos se atrevió a hacer ningún gesto que pudiera haber despertado nuestro deseo. Dany me sigue, en este viaje hacia el placer. Viste unos pantalones azul marino claro (el color oscuro es menos sugerente, en determinadas situaciones, que un color demasiado claro que podría mostrar ciertos relieves... inquietantes). Ha elegido una camiseta blanca de algodón claro que lo moldea como un segundo. piel, sentimos las puntas de sus pechos, ya endurecidos por el deseo, y el escote en “V” no sólo resalta un magnífico cuello, sino que también deja salir un pequeño mechón de cabello castaño en el que siento deslizar mis dedos en un. Por supuesto, se metió la camiseta en los pantalones, lo que hace que su silueta parezca más larga, noventa kilos. No me equivoco, no hablo de mí, el héroe: al fin y al cabo, ¡es él! ¡Me veo muy pobre a su lado con mi altura de 1,69 (bueno, sí, ese número es todo un programa!) y mis ochenta kilos (y todavía hablaba de mí…). Entramos en la habitación, colocamos nuestro escaso equipaje de la tarde en un mueble especial y nos orientamos. Rápidamente, Dany viene hacia mí: - No puedo esperar más por ti. Te das cuenta ? Durante cuatro meses... - Ya estoy aquí, Dany, te lo prometí. Verás, estoy aquí. » Il m'a saisis dans ses bras (mon Dieu, qu'il est beau!) et sans plus de cérémonie, a posé à ma bouche un baiser d'un douce violence… - Eh bien, que t'arrive-t- Él ? - ¡Estoy tan feliz de que estés aquí, Michel! ¡Te he estado esperando durante tanto tiempo! Vamos vamos..."Toma mi mano y me lleva hacia la cama donde se tira de espaldas. - Haz lo que quieras, todo, lo que quieras. Pero ya sabes, no sé si aguantaré mucho..." Contemplo el cuerpo tendido en la cama y me acerco a él. Apenas me atrevo a tocarlo porque me siento muy indigno. Mi razón (!) rápidamente se hace cargo y, colocándome a su lado, mis manos rozarán por sí solas su rostro, su frente, sus ojos, cuyo párpado acaricio, su mejilla, en la que me detengo antes de poner mi labios ahí, ¡oh! Beso casto y tímido... El hoyuelo de su barbilla me atrae y la sigo con la punta de un tímido dedo índice como una joven novia. Dany entreabre los ojos y me dice: - Estás bien, dices. Sigue adelante, aprobarás tu examen. Vamos, no lo dudes, confío en ti. Soy tuya. Aquí será más fácil, desnúdate, quédate con la ropa interior, si la tienes (sí) y ven a montarme a horcajadas... Sí... así... ¡oh sí! Siento tus rodillas a mis costados... ve, ve, haz lo que quieras... estoy bien. » Es cierto que en esta posición los movimientos son más fáciles. Y lo aprovecho, para su gran placer también. Mis manos pasan detrás de sus orejas, deslizándose por el dobladillo y acariciando el lóbulo, recorren su cuello, pasando por la protuberancia de la nuez que las yemas de mis dedos molestan tiernamente, luego mis pulgares regresan a las protuberancias de las mandíbulas mientras Mis dedos medio y anular todavía permanecen en los lóbulos de las orejas. Dany es muy sensible y lo siento estremecerse de placer. Me inclino hacia él y pronto mi lengua reemplaza mis dedos, haciéndole cosquillas inquisitivamente en la oreja mientras mis manos se detienen en su cuello, donde puedes sentir los pelos en el corte de la camiseta. - Sabes que eres muy bueno, ¿verdad? Nunca he sentido… ¡Para! Mis oídos, ¿qué les estás haciendo? - ¡Te los voy a arrancar de un mordisco , hijo mío!...” Sigo a horcajadas sobre él y, debajo de mis nalgas, a través de mi ropa interior, siento una promine ...
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Sí, tengo mas de 18 anos ! No, soy menor de edad