¡No hace falta decir que no es necesario que me lo pidan! Mi cabeza entre sus muslos, mi boca llega a tragar el glande a través de la tela lo cual supongo es magnífico. Dany no puede contener un gemido. Mis labios descienden a lo largo de este eje firme, mi lengua sigue su forma y mis dedos, deslizados en el cinturón elástico, comienzan a deslizarlo con infinita precaución. Poco a poco, aparece el glande, violáceo y brillante, suave como una seda preciosa... Mi lengua viene a rendirle un voluptuoso homenaje, lamiendo el frenillo tan sensible y volviendo a subir hasta el pequeño agujero por donde se extienden los labios rosados. ya brillando de deseo. Continúo, con ambas manos, el lento descenso de su ropa interior, hasta que descubro un pene cuyo tamaño muy honorable presagia magníficos placeres... Mi lengua continúa su exploración, yendo y viniendo sobre este magnífico cetro, halagándolo y molestándolo, volviendo atrás. al glande que chupo con avidez, envolviendo mi lengua alrededor de la cuenta, lamiendo de nuevo el frenillo... - Espera, Michel. Retírate y acuéstate a mi lado... Ahí está, así. Está bien. » Dany, tumbado de lado en la posición de un emperador romano en su lecho de placeres, me examina de pies a cabeza. Insiste en la ropa interior, también blanca, que conservo pero que no oculta el estado de excitación que me invade desde hace bastante tiempo. - Eres hermosa y me gustas, ¿sabes? ¡Me va a resultar difícil contenerme porque tengo mucha hambre! » Y viene a montarme y acostarse encima de mí. Siento su dura polla en la parte inferior de mi estómago mientras su boca busca la mía. Su lengua sigue el contorno de mis labios, los penetra y llega al encuentro de la mía que estaba esperando esto... Sus manos agarran mi rostro. Nuestro beso continúa, nuestras dos lenguas se entrelazan, perdiéndose para volver a encontrarse mejor, con infinito placer. Su boca sabe a violetas... Se pone de pie sobre sus rodillas separadas a cada lado de mis piernas, agarra la cinturilla de mi ropa interior con ambas manos, a los lados, y las desliza por mis muslos. Le hago el trabajo más fácil doblando las piernas y la ropa interior suelta caerá sobre la alfombra. Estoy desnudo bajo la mirada de Dany. Toma mi pene en su mano, no quita los ojos de él mientras lo levanta, lenta y suavemente, haciendo que el placer dure. Mi prepucio está ligeramente apretado pero de ninguna manera impide que el glande se libere por completo. - ¿Por qué me ocultaste todo esto durante cuatro meses? Eres hermosa por todas partes, ¿sabes? - No te burles de mi. No, no soy guapo. ¡Mírame con atención! - ¡Tssst! Callate que eres muy hermosa y de mi gusto. Tengo hambre, te lo dije. A la mesa ! »Al unir el gesto a la palabra, agarra mi pene en su mano, asegura, con dos o tres idas y venidas, el buen (y hermoso) agarre y viene a agarrarlo por completo. Su boca, su lengua, hacen un trabajo profundo que me deja atónito. ¡Una firmeza en el “gesto” y una dulzura incomparable! ¡En este asunto, Dany es un dios! Siento su lengua a lo largo de mi pene, en el glande, cuya suavidad parece apreciar. Busca por todas partes, está en casa, no puedo ocultarle nada. Tiemblo de placer, un placer intenso que pocas veces he experimentado... Libera a su presa, levanta la cabeza, tosiendo un poco. El sonrie. La saliva le corre por la barbilla. - ¡Eres bueno, lo sabes! - ¡Sí, pero eso no es motivo para ahogarse! - Espera, no he terminado..." Esta vez, con las yemas de sus dedos toma mi pene expuesto, vuelve a colocar el prepucio para cubrir el glande y con sus labios apenas abiertos lo retira nuevamente pasando la punta de su lengua sobre el bulto hinchado. Placer otra vez, placer siempre... Me lame y chupa mi pene como si fuera un gran bastón de caramelo, alternativamente con avidez y delicadeza, disfrutando de cada centímetro... También viene a lamerme los testículos, que están bien afeitados y de un tamaño muy honorable. . Al pasar la lengua por él, quiere tragar uno y apenas lo consigue mientras pasa sus dedos húmedos de saliva por mi glande... ¡Emoción garantizada! De nuevo, me lame las pelotas con la punta de la lengua. Con los dedos aprecia su firmeza y su redondez. Luego sus manos se deslizan por mis muslos, acariciándolos con un masaje superficial y delicado, para quedar más apoyados. Levanta la cara, me mira, nos sonreímos: entiende que me encanta y que quiero más. Agarra mis pies por los tobillos y lentamente abre mis piernas sin quitar los ojos de mi pene. - Espera, no quiero cogerte por sorpresa, pero seguro que te gustará. » Vuelve hacia mí, con una mano levanta mis testículos para despejar mejor el suelo pélvico (el término perineo suele estar reservado a las mujeres). Su cabeza se acerca a él, mira con codicia apenas contenida. Él sabe lo que va a hacer. Comienza acariciando la epidermis, también afeitada (se trata ante todo de un principio de higiene y de confort, pero también –¡o sobre todo!– de bienestar sensual). Previamente mojó abundantemente las yemas de los dedos con su saliva. ¿Te hablé de sus dedos? Finos, suaves y rápidos como los dedos de un pianista, largos y delgados... Uñas cortas, para no rayar ni lastimar. Los dedos del artista que es. Para su mayor alegría y mi mayor placer... Y Dios mío, qué bien usa los dedos, a lo largo de todo el perineo (¡el término es más rápido de escribir!), desde el ano hasta debajo de los testículos. Los sacude como hacemos con los niños, ya sabes: “La criaturita que sube, que sube…”. Recorren mi piel tan tierna y sensible en este lugar, corren, se deslizan, descubren y, al final de su inspección, encuentran otra piel, claramente más suave, más tierna, una piel que se humedece de placer, de deseo insatisfecho. Encontraron lo que se necesita para disfrutar de una hoja de rosa... Muy pronto Dany tomará mi ano por asalto. Al colocar ambas manos sobre mis nalgas, facilita el acceso, primero con un dedo, lentamente, suavemente, luego con dos dedos que hacen un camino de terciopelo, de suavidad, de ternura que siento al mismo tiempo en mi vara. - Relájate, Michel… ¡Si supieras lo bien que se siente! - Estoy un poco apretado, ¿eh? - No te preocupes por eso. No es un problema, lo solucionaremos. El problema es que te contraes, respiras, respiras hondo y verás, se irá solo. » Dany siente que estoy haciendo lo mejor que puedo y, aprovechando una respiración profunda de mi parte, logra introducir tres dedos y se queda quieto. - Como estas ? ¿No sientes dolor? - No, está bien. Quédate de nuevo, continúa, lentamente. » Mueve un poco los dedos, como si quisiera ensanchar o suavizar el delicado lugar donde está trabajando. - Sí, así, está bien... Ay, está bien... está bien, cariño... sí... sí... continúa... ¡Oh sí!... ¡adelante! » Con cada interjección de mi parte, Dany, hábil artista del gesto de amor, penetra un poco más en mi intimidad hasta el momento en que... - Ay pero que bueno lo que me estás haciendo... Tú... Oh ¡sí!… Sigue adelante, ¡ay qué bueno está!… ¡No pares! » Mi cuerpo vibra bajo sus suaves embates, me encabrito como un novillo de fuego, ondas de una voluptuosidad desconocida me recorren desde las puntas de los pelos (por lo que me queda) hasta las puntas de los pies. ¡Ya no soy yo, ya no me pertenezco! ¿Es un mago? ¿Viene de otro mundo donde todo sería belleza, dulzura, amor? - Aaah… ¿pero qué me estás haciendo cariño? Oh, qué bueno… - ¿Quieres saberlo?… Te estoy masajeando la próstata. -…- Rueda bajo mis dedos, eso es lo que se siente. Y… no puedes saber el placer que siento por ello también. - … - Creo que estás lista para una penetración suave. » Y muy lentamente retira ...
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Sí, tengo mas de 18 anos ! No, soy menor de edad