Me llamo CarmenXXL. Bajo mi ropa de otoño —vaqueros anchos, un jersey gris y una cazadora de cuero— escondo un secreto. Un tanga rojo de encaje me acaricia la piel, y un pequeño sujetador sujeta mis pechos naturales, pequeños y con forma de pera, que se estremecen a cada paso. Soy travesti, lampiña por naturaleza, con un cuerpo regordete que sé que a veces atrae miradas curiosas. Esa noche, en la Gare de Lyon, estaba a punto de vivir algo que jamás olvidaría. Era una tarde de octubre, y el aire fresco otoñal impregnaba la estación, una mezcla de olores a café y metal. Había planeado tomar el tren a Clermont-Ferrand, un viaje que rara vez hacía. Pero, ingenua y distraída, leí mal el horario. Cuando llegué al andén, sin aliento, con la mochila balanceándose contra mis caderas, el tren ya había partido. La estación, casi desierta a esas horas, me pareció inmensa e intimidante. El corazón me latía con fuerza, no solo por las prisas, sino también porque estaba sola, lejos de casa, sin una solución inmediata. Sentada en un banco frío, jugueteaba nerviosa con el teléfono, buscando otro tren o un hotel asequible. Fue entonces cuando se me acercó. Era alto, de unos treinta y tantos, con una barba bien recortada y una mirada penetrante que me hizo estremecer. Llevaba un abrigo oscuro y una bufanda roja que le daban un aire elegante, casi peligroso. "¿Perdido?", preguntó con una sonrisa irónica. Su voz era profunda y segura. Le expliqué, un poco tartamudeando, que había perdido el tren. Mi ingenuidad se hizo evidente, y creo que él la percibió. Se presentó como Marc, un viajero que pasaba a menudo por la estación. Me sugirió sentarme con él en un café que aún estaba abierto dentro de la estación. "Podemos hablar mientras encuentras una solución", dijo. Dudé, pero su confianza y su sonrisa me conquistaron. Lo seguí, con las mejillas encendidas por el nerviosismo y una extraña excitación. El café estaba tranquilo, las luces tenues. Marc me ofreció una copa de vino y me encontré hablando con más libertad. Le dije que estaba de paso, que llevaba una vida discreta, pero que siempre había tenido… pensamientos atrevidos. Me escuchó atentamente, sus ojos a veces recorriendo mi cuerpo, como si adivinara lo que escondía bajo la ropa. "Parece que tienes secretos, Carmen", murmuró, rozando la mía con su rodilla por debajo de la mesa. Mi corazón empezó a latir más rápido. ¿Era el cansancio, el vino o ese calor que me subía por dentro? No lo sabía, pero me sentía viva. Sacó su móvil y me envió un mensaje, con una sonrisa pícara en los labios. "Tengo una amiga que podría venir. Podríamos... divertirnos un rato, si te animas". Me sonrojé, temblando. ¿Yo, CarmenXXL, la travesti ingenua, sola en una estación de tren con un desconocido que me proponía algo tan atrevido? Debería haberme negado, irme, pero una parte de mí, la que soñaba en secreto con liberarse, dijo que sí. Su amigo, Julien, llegó poco después. Más joven, con el pelo rizado y una mirada pícara, me saludó con una familiaridad desconcertante. "¿Así que eres la niña ingenua de la que me habló Marc?", dijo riendo. Bajé la mirada, sintiendo una oleada de calor que me inundaba el cuerpo. Me sugirieron qu ...
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Sí, tengo mas de 18 anos ! No, soy menor de edad