Regresó a sus meditaciones. - Y ? - ¿Y qué? - ¿Y qué me quieres decir? ¿O en qué exactamente estás pensando? - ¡Nunca me follarán! Le susurré al oído: - Nunca digas nunca, mi Karim, creo que ya te lo he dicho. De cualquier manera, tú decides... - Afortunadamente. ¡Y salta! Una vez más pensativo… - ¿Y? - ¿Pero qué más? - Quieres saber si alguna vez me han follado, ¿es eso? - Sí, lo pensé, es cierto... Le mentí descaradamente. Pero ¿podría hacer otra cosa…? - No, nunca. Como si se hubiera tranquilizado, casi llegó a pedirme un beso, un beso que yo calificaría de amoroso, antes de declararme: - ¡Somos los dos iguales, ya ves! Karim siempre había sido un joven vivaz y enérgico, pero hoy, algo dentro de él había cambiado. Mientras él estaba frente a mí, fuera del agua, todavía desnudo, no pude evitar notar la transformación sutil, pero sorprendente, que había tenido lugar en él desde la última vez que nos vimos. Fue como si el joven que había conocido se hubiera transformado de repente en un hombre, un hombre con una nueva confianza y una cierta madurez en sus ojos. Se puso de pie más erguido, con los hombros ligeramente hacia atrás y la barbilla levantada, como si ahora llevara dentro de sí una fuerza interior que antes no tenía. Había una nueva serenidad en sus gestos, una calma que nunca había percibido en él, ni siquiera en los momentos más ordinarios. Su voz, antes llena de juventud y fuego, se había vuelto más compuesta, más seria, como si lo vivido lo hubiera anclado más en el mundo de los adultos. Karim ahora hablaba con una confianza que nunca le había visto, aunque mostraba una actitud ligeramente distante, casi despreocupada, que delataba una nueva conciencia de su propia masculinidad. Fue como si de repente se hubiera dado cuenta del alcance total de su poder, del efecto que podía tener sobre los demás y que lo disfrutaba en secreto, con discreción controlada. También observé sus gestos: más amplios, más seguros, como si por fin ocupara plenamente el espacio que le rodeaba. Cruzó los brazos sobre el pecho con tranquila facilidad, exhibiendo orgullosamente su polla, moviéndose con una fluidez nueva, casi felina, que revelaba una confianza en su propio cuerpo que no había estado allí antes.También había un brillo en sus ojos, una mezcla de orgullo y satisfacción, como si acabara de llegar a una etapa crucial de su vida. La sonrisa que lucía ya no era sólo la de un niño feliz con la vida, sino la de un hombre que había probado un nuevo placer, una nueva dimensión de su existencia. Ahora emanaba de él una especie de serenidad, aquella que nace de la certeza de haber conquistado algo esencial. Karim seguía siendo Karim, mi joven amigo, pero ese día se había convertido en algo más que eso. Había cruzado un umbral invisible y eso se notaba en cada fibra de su ser. Estaba ante mí, igual y a la vez completamente diferente, como si el paso de la infancia a la edad adulta se hubiera producido en un instante, a través de ese sencillo rito de iniciación. - Bien. Aquí vamos ? - Si quieres, le respondí mientras me vestía de nuevo. Luego llegamos al Ural donde me instalé en el sidecar. Lo miró desconcertado. -¿Pero no conduces? - No, ya que me aseguras que hoy eres un hombre. ¡Para que puedas viajar en mi sidecar como un hombre! Un silencio siguió a mis palabras. Se quedó allí por un momento, parpadeando como para asegurarse de que entendía lo que acababa de decir. Luego, lentamente, una amplia sonrisa se extendió por su rostro. Pude ver el orgullo creciendo en él, el sentimiento de haber sido reconocido, aceptado en este nuevo rol que estaba forjando para sí mismo. Luego caminó con confianza hacia la motocicleta, con una chispa de determinación en sus ojos. Subió a la silla con la gracia de un felino, sus movimientos ahora fluidos y seguros. Sus manos descansaban sobre el manillar, firmes pero relajadas, como si siempre hubieran estado allí. En un instante, tomó el control, como un hombre que asume plenamente sus responsabilidades. Lo vi echar una última mirada en mi dirección, una mirada llena de reconocimiento y desafío a la vez. Luego, sin decir nada más, puso en marcha el motor con un rugido profundo y potente. Karim estaba listo. El gran adolescente que yo había conocido finalmente se estaba desvaneciendo, dejando paso al hombre que ahora tomaba el mando. La aproximación al pequeño douar se hizo con el rugido familiar del motor del Ural, resonando a través de los callejones estrechos y polvorientos. Cada pueblo tiene sus sonidos distintivos, y el de esta motocicleta, generalmente asociado a mi propia presencia, no pasó desapercibido. A medida que nos acercábamos a la casa de Karim, podía sentir su creciente entusiasmo a través de la sutil tensión en sus hombros y la forma en que sus manos agarraban el manillar.Cuando finalmente llegamos a la casa, Karim redujo la velocidad del sidecar antes de detenerlo suavemente frente a la pequeña puerta de madera. Se enderezó en la silla, mostrando un orgullo palpable, como un rey en su trono. Al momento siguiente, la puerta se abrió de golpe y Younes salió, atraído por el sonido característico de la motocicleta. -¡Carim! -exclamó, y su voz incrédula delataba sorpresa. Se detuvo en seco, con los ojos muy abiertos por la sorpresa al ver a su hermano mayor sentado en el asiento del conductor, su rostro se iluminó con una mezcla de satisfacción y confianza. Youssef parpadeó, como para asegurarse de que no estaba soñando, luego dejó escapar una amplia sonrisa. Su mirada vagaba entre Karim, orgulloso e imponente en la moto, y yo, cómodamente instalado en la cesta, como si el mundo acabara de inclinarse sobre su eje. Nunca había visto a Younes así. Se acercó a la motocicleta lentamente, vacilante, como si no se atreviera a creer aquella escena. - ¿Fuiste tú quien condujo todo el tiempo? -preguntó, con su voz teñida de respetuosa incredulidad. Karim asintió, con una sonrisa tirando de sus labios, orgulloso como un Papa. - Sí, hermanito. Yo mismo, con su tono rebosante de una nueva seguridad. No había duda, en ese momento Karim encarnaba todo lo que su hermano aspiraba a ser. Younes comenzó a dar vueltas alrededor de la bicicleta, admirándola desde todos los ángulos, como si fuera un preciado trofeo. Salí del sidecar, sintiendo el suelo cálido bajo mis pies y observé la escena con una sonrisa divertida. Fue un momento sencillo, pero cargado de significado para estos dos hermanos. Younes, cuyos ojos brillaban de admiración, no dejaba de mirar a su gran hermano Karim, la imagen de éste en la moto quedó grabada para siempre en su memoria. Karim, por su parte, se deleitó con esta nueva aura de respeto. Finalmente se bajó de la bicicleta con estudiada despreocupación, deslizando una mano afectuosa sobre el hombro de su hermano antes de arrojarle las llaves. El pequeño Ahmed los atrapó en el aire, con los ojos llenos de sueños. Fue como si, en el espacio de un solo viaje, Karim hubiera transmitido a su hermano no sólo su dominio de la moto, sino también un poco de la nueva confianza que ahora lo caracterizaba. El calor dentro de la pequeña casa de Daoud contrastaba con el aire fresco del exterior, y el embriagador olor a té de menta llenaba la habitación. Estábamos todos sentados alrededor de una mesa baja, sobre la que había una enorme tetera hirviendo y una profusión de pequeñas galletas. Las llamas parpadeantes de la lámpara de aceite proyectan sombras danzantes en las paredes, creando una atmósfera íntima y silenciosa.Karim, aún vibrando por la experiencia, era inagotable. Con un entusiasmo desbordante, sus palabras fluyeron como un torrente, relató su primera experiencia real de conducción autónoma. Sus manos acompañaban sus palabras, imitando los gestos que había realizado para maniobrar la motocicleta con seguridad. Youssef, su hermano menor, bebía cada palabra, su rostro se iluminaba con una admiración sincera y palpable. Por mi ...
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Sí, tengo mas de 18 anos ! No, soy menor de edad